La inquebrantable fe de los devotos al Nazareno

Desde 1669 los fieles al «Limonero del Señor» se han manifestado con túnicas moradas durante Semana Santa. Algunos fueron sanados gracias a su fe, otros son devotos por vocación. Este año se estima que la multitud de feligreses se acrescente en comparación con épocas anteriores

Cuando Alberto tenía dos años comenzó a tener dificultades para respirar, su color de piel se tornaba de un tono morado debido a que cuando intentaba inhalar no podía hacerlo. Su madre, Yolanda Cáceres, no dudó en llevarlo a varios especialistas en medicina, estos, después de varios exámenes, le diagnosticaron un problema congénito en el corazón.

“La situación de mi hijo no mejoraba, lo llevé a varios médicos pero no encontraban una solución a su problema de salud. A raíz de eso yo le hice una promesa al Nazareno”, narró Cáceres, que con el paso del tiempo notó una mejoría en la salud de su hijo, hasta que finalmente, la enfermedad desapareció por completo. Desde entonces su fe en el Nazareno aumentó.

Durante los siguientes cinco años, todos los miércoles santos, Yolanda Cáceres llevó a su hijo a la Basílica de Santa Teresa, ubicada en Caracas, donde se encuentra la efigie del Nazareno de San Pablo. Ambos salían vestidos con túnicas moradas, ella hacía la procesión descalza. Caminaban desde su casa, ubicada en el sector popular de Gramoven, hasta la iglesia y, de igual forma, regresaban después de acudir a la peregrinación.

“Mi experiencia al cumplir la promesa fue fuerte porque los pies me dolían, yo me cansaba. A veces me cortaba un poco con vidrios pero seguía adelante para completar mi compromiso,  tal y como yo lo había ofrecido. Fue el Nazareno quien me dio la fuerza para poder realizar  la promesa que le hice”, explicó.

Ya han transcurrido 36 años desde que fue sanado Alberto. Este, en muestra de agradecimiento, visita todos los años durante Semana Santa la Basílica de Santa Teresa para venerar al Nazareno de San Pablo. Su madre ora diariamente  por la salud de ella y sus familiares, como también por los enfermos que se encuentran en  los hospitales.

El Limonero del señor 

Cuentan los historiadores que en 1669 un barco proveniente del continente africano desembarcó en la Guaira. En él, venían aproximadamente 10 negros enfermos de “vómito negro”, enfermedad que para la época no tenía tratamiento. Debido a las pocas condiciones higiénicas con las que se vivía en el litoral, se desató una epidemia propagándose por todo el territorio venezolano.

Muchas personas fallecieron por la enfermedad, ante el desespero de la población, los clérigos sacaron al Nazareno de la Iglesia de San Pablo, ubicada para aquel entonces donde se encuentra actualmente el Teatro Municipal de Caracas, y pasearon con la efigie para pedirle por la salud de las personas afectadas.

En la esquina de Miracielos había una casa que tenía en su patio un limonero. Las ramas del árbol estaban inclinadas hacia la calle en la que transitaban los peregrinos. Cuando el Nazareno pasó frente al recinto, la mano y la cruz se enredaron con el matorral, cayendo decenas de limones al suelo. Las personas, al ver el hecho, comenzaron a gritar: ¡milagro!

Dice la tradición que con agua limpia del rio Catuche y con los limones de Miracielos, las personas afectadas con el Vómito Negro se curaron de la enfermedad y la epidemia cesó. Este fue el primer milagro que concibió el Nazareno, traído desde Sevilla, España, entre 1654 y 1656.


Una devoción para toda la vida

Eloy Carpio es otra de las personas que se siente gratificada y bendecida. Desde los años 60’s es devoto al Nazareno de San Pablo. Cada vez que tiene una oportunidad visita la Basílica de Santa Teresa para dar gracias por las bendiciones y milagros que le ha concedido el Nazareno en sus 78 años de vida.

“Cuando mi esposa estuvo enferma el Nazareno cumplió al sanarla. Hasta que finalmente le tocó partir. La muerte es algo que no se puede evitar. Mejoró muchas veces gracias al Nazareno, pero pasó lo inevitable”, manifestó.

En el año 1986 Carpio ingresó en la Sociedad de Cargadores del Nazareno, en la que ha estado desde entonces de manera ininterrumpida. Para 1996 fue nombrado presidente de la sociedad, cargo que cumplió hasta hace dos años.

“Todavía sigo siendo cargador. Ha sido una experiencia muy gratificante pertenecer durante 30 años a la sociedad que rinde tributo al Nazareno de San Pablo. Él me ha cumplido todas mis peticiones. Para recibir los milagros hay que tener mucha fe y orar desde el corazón. Hay personas que se van molestas de la iglesia porque no se les concedió la solicitud. Se debe tener presente que el Nazareno no cumple deseos de vanidad”, expresó Carpio.

Este año se estima que la procesión atraiga a más personas que en otras ocasiones debido a la situación política y económica que están viviendo los ciudadanos venezolanos. El Nazareno será sacado más temprano que de costumbre por los altos índices de delincuencia que afectan a la parroquia Santa Teresa y a la ciudad caraqueña.

“Anteriormente salíamos a las 7:00 pm y terminábamos a media noche, pero ahora es de 4:00 pm a 5:00 pm por la inseguridad. Igualmente por el transporte que trabaja hasta las primeras horas de la noche”, explicó.

Tragedia de 1952

En la madrugada del 9 de abril de 1952 murieron 50 personas y aproximadamente 115 personas resultaron heridas en la Basílica de Santa Teresa.

El reporte oficial, reveló que el suceso comenzó cuando una voz que provenía del ala izquierda de la iglesia gritó “fuego”. El recinto estaba repleto de devotos, entre estos se encontraban niños y ancianos.

La multitud alarmada comenzó correr hacia todos lados dentro de la basílica para evitar ser  alcanzado por el supuesto fuego que invadía a la iglesia. Entre el caos y la desesperación, muchas personas fueron arrolladas por la multitud que intentaba en vano llegar hasta la entrada principal que se encontraba cerrada.

“Aquellas voces que hicieron cundir el pánico no se acordaron de los pequeños nazarenos que llevaban velas de a centavo y que segundos después, ante una gran puerta del templo, caían como muñecos rotos, dentro de un montón de heridos que abrazaban a los muertos, creyendo que eran vivos que podían auxiliarlos”. Así reseñó este lamentable suceso Oscar Yanes en su crónica “El pequeño Nazareno” publicada en octubre 1952.

Actualmente, en la Basílica de Santa Teresa, se prohíbe el ingreso con velas encendidas al templo. También se recomienda a las personas no llevar niños a la procesión.

A pesar de este trágico incidente, la fe del devoto venezolano no se vio mermada, al contrario, en cada Semana Santa la esperanza de los feligreses ha ido en aumento hasta volverse inquebrantable ante las vicisitudes de la vida. Cada día son más los devotos que se comprometen a cumplirle una promesa al “Limonero del Señor”.

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