¡EXTRA! Prostitución en las minas ¡EL SECRETO SALE A LA LUZ!

La economía en el estado Bolívar gira en torno a las minas: los precios se fijan de acuerdo con el costo del oro. Mientras la mayoría de los hombres deciden convertirse en mineros desde pequeños debido a que los ingresos son superiores a un salario mensual, las mujeres deben buscar opciones que equiparen sus ganancias. La más común de ellas: la prostitución.

Todos lo saben, todos los comentan, pero nadie se atreve a confesarlo. Durante los cinco días que duró la tranca en la Troncal 10 como protesta por la desaparición de un grupo de mineros, emergieron las historias de lo que deben hacer las mujeres para sobrevivir en Tumeremo, un pueblo con 3.000 habitantes y un alto costo de vida.

“Mi prima se prostituye en las minas”, comenzó a relatar en plan de broma una de las tumerenses. Algunas mujeres que se encontraban en el sitio se unieron a la historia atribuyendo los relatos a “una amiga” o “una prima”. De acuerdo con su historia, ofrecer favores sexuales a cambio de oro es una práctica habitual en minas como El Miamo, en la cual trabajaban los mineros presuntamente masacrados.

Los servicios que en otros lugares del país se cancelan con dinero, en Tumeremo y en los pueblos mineros cercanos se cotizan en oro. El gramo tiene un valor de 30.000 bolívares; quienes con frecuencia se dedican a la minería aseguran que en un día bueno pueden obtener más de 5 gramos.

Las mujeres cobran 3 gramos de oro por cada encuentro sexual que prestan en las minas. Esta cifra equivale a 90.000 bolívares actualmente. Así como hay días en los cuales se pueden obtener varias piezas doradas, hay días en los cuales regresan a casa con las manos vacías, por lo cual los servicios no son accesibles para todos los mineros.

Cuando se trata de “bullas” (que se generan cuando se consigue mucho oro en un lugar) en minas alejadas o que requieren mayor trabajo, se establecen en campamentos. Para ello se trasladan durante un tiempo indeterminado acompañados de mujeres que ejerzan la prostitución, otras que puedan cocinar y mantener organizado el lugar.

Al igual que los mineros, las mujeres también se ven sometidas al mandato de pranes, como “El Topo”, quienes controlan las zonas y cobran “peaje” a los que regresan al pueblo. Algunos les compran el oro al precio en el cual se cotice al momento, pero otros, como el presunto responsable de la masacre, dan menos de la mitad del costo establecido.

Veonoticia/ Carlos Peña / El Nacional 

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