El abandono de las obras necesarias en el Sistema Eléctrico Nacional ha sido una constante en las crisis de 2002, 2010 y, sobre todo, la de hoy, a pesar de tantos “anuncios” y dinero malbaratado. Por eso sobre explotaron a Guri y hoy se pagan las consecuencias.
Escribo estas líneas a mitad de abril, cuando el nivel de las aguas del lago de Guri está a tan solo dos metros del punto de colapso que obligaría a apagar las turbinas de la Casa de Máquinas 2 de nuestra gran presa hidroeléctrica.
Escribo cuando el Gobierno suma poco más de un mes aplicando un severo plan de racionamiento no explicado ni declarado, que afecta el servicio de energía eléctrica en casi toda Venezuela y destroza la calidad de vida de sus habitantes así como a buena parte del aparato productivo industrial, el comercio, los centros educativos, los de salud y recreación.
Escribo cuando la industria de Guayana, base del desarrollo económico nacional y de una enorme cadena económica y productiva ya tiene seis años (leyeron bien: seis años) de un duro y destructivo racionamiento eléctrico decretado por el Gobierno tras la crisis de 2010 y jamás resuelto, más bien agravado paso a paso, pero que en los dos meses previos fue llevado al punto de cierre total en Sidor, Sidetur y casi total en Alcasa y Venalum.
Escribo deseando que para el momento en que estas líneas se hayan publicado y ustedes las estén leyendo, a pesar del abandono que el Gobierno ha hecho en estos años del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), deseando digo, que un milagro haya impedido que el duro racionamiento se haya transformado en apagón nacional.
Y, sin embargo, no es Guri el problema
Todos los altos funcionarios del Gobierno visitan Guri, inspeccionan Guri, hablan de Guri. Todos recibimos informaciones cual si fueran “partes de guerra” del nivel de las aguas del Lago de Guri y, sin embargo, el verdadero problema no es Guri.
Guri es tan víctima como los ciudadanos de Venezuela. Y encima el Gobierno lo usa para no afrontar el abandono de obras y la corrupción, que son quienes han desatado esta crisis eléctrica y han llevado al lago de Guri y su represa muy cerca del colapso.
Las inspecciones han debido ser no en estos últimos dos meses, sino en los últimos dos años e incluso antes, a las obras de refacción, repotenciación de viejas termoeléctricas venidas a menos por abandono y a las obras inconclusas de construcción de nuevas plantas termoeléctricas.
Casi nada de todo aquello funciona. Casi nada se concluyó. Incluso unas escasas, muy poquitas, unidades termoeléctricas listas, como una solitaria (del total de seis turbinas que debían existir) de TermoSucre en Cumaná.
La crisis eléctrica no la causó el fenómeno climatológico El Niño, causante sí, de una sequía para la que el Sistema Hidroeléctrico del Caroní estaba preparado en su planificación pero que requería de la existencia y funcionamiento de las termoeléctricas complementarias.
Es el resto del sistema eléctrico –el que debió estar funcionando y casi no lo está a causa del abandono, de la indolencia en terminar sus obras y/o en la marcada corrupción de quienes tienen la responsabilidad de ellas– la causa de que una sequía Niño lleve al punto de colapso al Guri aunque ese sistema de presas fue planificado y construido tomando en cuenta esos “años Niño”… siempre y cuando las fuentes de generación termoeléctrica que lo complementan funcionen.