El glamour y lujo de Chanel llegarán el martes a La Habana, el destino comunista en boga en el mundo, en el primer desfile que organiza la casa parisina de moda en Latinoamérica.
El diseñador alemán Karl Lagerfeld presentará su colección “Crucero” 2016-2017 en el Paseo del Prado, un bulevar a cielo abierto a 300 metros del mar.
Maquillado para la ocasión, el sitio reluce entre edificios añosos y descascarados donde habitan miles de personas que muy difícilmente acceden a servicios de lujo.
“La riqueza cultural y la apertura de Cuba al mundo la convierten en una fuente de inspiración para Chanel”, dijo la empresa. La muestra estará inspirada en los colores del Caribe y los referentes “estéticos de Cuba”.
Hay expectación y curiosidad, pero no sorpresa en un año de acontecimientos sin precedentes en Cuba: la visita del presidente Barack Obama, el concierto de los Rolling Stones y la actual filmación de la saga de Hollywood “Rápido y Furioso”.
A eso se suma el incansable desfile de estrellas de la música y del cine y de altos funcionarios de todas partes.
“Creo que esa pasarela va a ser más para Chanel que para Cuba…No sé si la gente aquí en Cuba esté lista para ese tipo de producto, para ese tipo de propuesta”, dijo a la AFP Idania del Río, una diseñadora de 33 años.
Pero igual “tengo curiosidad de todo tipo como profesional (…) Quiero ver, chismear, qué es esa ropa de 40.000 dólares”, agrega Del Río, una de las emprendedoras que conversó con Obama durante su visita.
Raúl Castillo, el modisto más popular de Cuba en los últimos 20 años, está emocionado: “Es un sueño ver aquí, en la Cuba socialista, el trabajo de un diseñador como Lagerfeld”, dijo a la AFP.
“Estandarización”
El desfile de Chanel no deja de ser paradójico en un país comunista que por décadas llevó el ideal igualitarista hasta el atuendo.
Los cubanos adquirían la misma ropa y zapatos, de opaco diseño, pero esta tendencia fue desapareciendo hace unos 25 años a la luz de una lenta y cautelosa apertura al mercado.
“Nada hay más feo que la estandarización. Detrás de la estandarización viene el desinterés, la apatía, la enajenación y todo ello conduce, fatalmente, a lo feo”, evocó el escritor cubano Arturo Arango en un artículo publicado en el portal informativo On Cuba.
Con la caída del bloque soviético en 1990 llegó la crisis y los cubanos se tuvieron que vestir con ropa de segunda mano importada y vendida en tiendas estatales bajo el eufemismo de “ropa reciclada”, y que la gente bautizó como “trapishopping” (de trapo).
También abrieron tiendas estatales con ropa nueva en dólares, pero cara, de dudosa calidad y fuera de época.
Alguna gente comenzó después a importar ropa de Ecuador o México en sus equipajes de viajeros para venderla en improvisadas tiendas privadas, que el gobierno cerró en noviembre de 2013. Varias siguen funcionando de forma clandestina.