El Fondo Monetario Internacional, en su reporte de Perspectivas Económicas Mundiales acaba de señalar que la economía venezolana estará registrando una caída del Producto Interno Bruto de 8%, el mayor retroceso de cualquier país a nivel mundial y una tendencia que acumularía tres años consecutivos de contracción económica.
La estimación para Venezuela coincide con la hecha en una nota de prensa hace unos días por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) donde la caída se proyecta en 6,9%, y con la hecha en el mes de marzo por la firma consultora Latin Focus, que ubicó un retroceso de 7,2 puntos del PIB. De materializarse esta expectativa de crecimiento, Venezuela habrá perdido para final del año y con respecto al año 2013 más de una tercera parte de su PIB por habitante, sin contar los estragos que la crisis económica ha venido causando en el poder de compra y en la calidad de vida de la población.
Venezuela es el único país del mundo hoy día con inflación de tres dígitos (con registros mensuales de 15%); con escasez de alimentos y medicinas por encima de 50%, y con una creciente precarización del trabajo, a decir por el desconcertante fenómeno del “bachaqueo” (o comercio informal de compra y reventa de productos con precios controlados). La encuesta de condiciones de vida, ENCOVI, conducida por tres universidades nacionales, estima que el 73% de los hogares en Venezuela han caído por debajo de la línea de pobreza.Dos años antes, en 2103, la porción de los hogares en situación de pobreza estaba en sólo 31%. Por su parte, la encuesta Datanálisis, dada a conocer en el mes de abril, señala que 84% de la población considera que la situación del país es mala o muy mala.
La economía venezolana se está apagando con una expectativa cierta de caer en una “trampa de pobreza”. El término acuñado a finales de los años cincuenta por el economista norteamericano Richard Nelson para recoger la situación donde una economía queda capturada en un círculo vicioso de alta fertilidad y bajo capital humano, pero con los años se ha extendido para describir el contexto de economías que han perdido sus fuerzas motrices para crecer y salir de la pobreza por incapacidad de concretar acciones coordinadas por parte de sus actores críticos.
La trampa de pobreza hacia la que se orienta Venezuela se va haciendo estructural, y no porque haya algo intrínsecamente malo o defectuoso en la base inicial de recursos que ha tenido el país a su disposición, sino más bien por los gravísimos errores en el diseño y accionar de las políticas públicas llevadas a cabo por la llamada “revolución bolivariana”. Tres ejemplos ilustran muy bien como la incapacidad de crecer de Venezuela se ha venido fraguando por gravísimos errores de política y el despilfarro.
Las empresas locales en Venezuela no pueden incrementar su actividad hoy día porque están sometidas a un creciente racionamiento en la asignación de divisas que no les permite traer materias primas, insumos y partes importadas esenciales para la producción. Ciertamente el país ha sufrido desde mediados del año 2014 una merma significativa de ingresos externos por la caída en los precios del crudo petrolero, pero para algo están las reservas internacionales ¿Qué pasó con ellas? ¿Cómo es que el país con mayores superávits comerciales de la región, que disfrutó por una década de precios altos del crudo no pudo acumular reservas defensivas?
Las restricciones, no solo energéticas
La respuesta es que el Banco Central de Venezuela aceptó durante la bonanza transferir las reservas internacionales a un fondo de inversión opacó (el FONDEN) donde los recursos en dólares fueron despilfarrados.Casi 60.000 millones de dólares fueron transferidos desde el Banco Central a ese fondo en 10 años. Ya en el año 2013, mucho antes de la caída del precio del crudo, el gobierno de Maduro comenzó a restringir las importaciones pues las reservas líquidas de Venezuela estaban en niveles críticos.
La situación hoy día, con precios del petróleo para Venezuela de sólo 27 dólares el barril, es realmente apremiante. Con ese precio, para cumplir sus compromisos externos y para no reducir aún más las importaciones y profundizar aun más recesión, Venezuela requiere de 30.000 mil millones dólares en financiamiento externo. Como el gobierno de Venezuela ha decidido mantenerse aislado de la comunidad financiera internacional, pues ahora apela a un mayor racionamiento de divisas, que es como apostar a la parálisis.
Las empresas en Venezuela tienen una segunda restricción para producir: energía. Puede parecer insólito que un país cuya mayor proyección al mundo sea su potencial energético, no tenga energía eléctrica suficiente para sus sectores industriales y comerciales. Pero esa es la realidad. El pasado año con una economía cayendo en casi 5 puntos del PIB, Venezuela presentó un déficit de energía eléctrica, según los técnicos, cercano a los 1.100 megavatios. Por esa razón las empresas y los centros comerciales en Venezuela son objeto de racionamiento energético y la administración pública está trabajando sólo cuatro días a la semana y en medio turno ¿Cómo ha sido eso posible?
La razón parece ser, una vez más, el despilfarro. Una comisión que desde la Asamblea Nacional investiga la crisis en el sector eléctrico ha determinado que en los últimos 5 años se destinaron cerca de 30.000 mil millones de dólares en inversiones para recuperar la infraestructura termoeléctrica. Pero una buena parte de las obras no se terminaron. En otros casos los equipos instalados eran obsoletos, de segunda mano y nunca generaron energía. La situación actual es que las dos mayores platas termoeléctricas del país, Planta Centro y Termocentro, no están generando energía. Así con la llegada del fenómeno de “El Niño”, Venezuela no pudo recuperar y mucho menos instalar un sistema termo que pudiera compensar la caída en la generación hidroeléctrica. Si el país se propusiera una meta de crecimiento de 3% para el próximo año, requería una disponibilidad de 5.400 megavatios y no tiene de donde sacarlos.
Una tercera restricción que dificulta la producción es la disponibilidad de mano de obra. Puede parecer, increíble, pero las empresas no encuentran personal competente para los turnos de trabajo. La razón no es difícil de vislumbrar. En Venezuela existen controles de precios y controles a los márgenes de ganancia. Ningún sector escapa de estas regulaciones. Pero la inflación es ya de tres dígitos y este año puede subir a 500%, lo que hace cuesta arriba que muchas empresas puedan ofrecer a sus trabajadores alzas salariales equivalentes.
En consecuencia, frente a la dramática caída del salario real, el trabajador venezolano está migrando en forma masiva al negocio que se ha formado con la venta de productos con precios regulados, donde los ingresos son más altos. Contactos y una red de distribución es más que suficiente para comprar a precio ridículamente baratos y vender al precio de mercado negro. El control de precios y la escasez ha hecho de éste un nicho dinámico (o el motor) en la economía venezolana, a costa de la paralización del resto de la economía.
Así, el racionamiento de divisas, el racionamiento de energía, y las distorsiones generadas por los controles de precios y la inflación sobre el mercado de trabajo van conduciendo gradualmente al país a una parálisis de la cual no podrá salir sino acciona un programa de reformas y reconstrucción económica que le permita recobrar las fuentes básicas del crecimiento.
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Leonardo Vera es Economista por la Universidad Central de Venezuela, Master en Economía por Roosevelt University, Chicago, Ph.D. en Economía en la University of East London. Ganador del Premio Peltzer en el año 1999. Actualmente es profesor de la Cátedra de Teoría Económica Avanzada y de Macroeconomía de la Escuela de Economía de la UCV, profesor de la Maestría en Teoría y Política Económica de FACES.