El dolor y el llanto son incontenibles: Pedernales, una población costera, en la provincia de Manabí, a 286 kilómetros de Quito, quedó prácticamente arrasada por el terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter que se produjo este domingo, a las dos de la madrugada hora española. Los equipos de rescate calculan que el 80% de la población de Pedernales (50.000 habitantes) estaría afectada de una u otra forma. Las autoridades han rescatado por el momento en todas las zonas afectadas los cuerpos sin vida de 350 personas. Los heridos superan los 2.000.
Este domingo hubo desesperación entre los sobrevivientes que clamaban ayuda para rescatar a sus familiares, que yacían bajo los escombros. Veinte horas después del episodio, aún se escuchaban gritos de auxilio debajo de casas y edificios derruidos. «Ayúdeme a encontrar a mi hija. La más chiquita se soltó la mano», decía una madre desesperada que corría pidiendo ayuda.
Las imágenes de la destrucción son terribles: puentes colapsados, carreteras despedazadas y gente deambulando en busca de refugio y socorro. El estado de las vías impidió que la ayuda llegue de manera oportuna, pese a los esfuerzos de las autoridades.
El vicepresidente de la República, Jorge Glas, compareció ante los medios de comunicación para pedir calma a la población y anunciar que la asistencia estaba en camino hacia el epicentro del desastre. La alerta de tsunami, que causó alarma en todo el litoral ecuatoriano, fue desactivada.
Guayaquil, el mayor puerto del país, también resultó afectado por el terremoto. En esta ciudad hubo escenas de pánico entre la gente que asistía a las salas de cines de los centros comerciales. Imágenes de las cámaras de seguridad mostraron la huida de centenares de personas por escaleras mecánicas y por los espacios preparados para la evacuación.
En la terminal terrestre una mujer pedía ayer que le lleven a Manabí dóndedejó a su madre enferma con cáncer y sus dos tiernas hijas; pero los viajes están suspendidos debido al estado de excepción que rige en el país.
Este domingo, en Quito hubo una tensa calma tras el seísmo que se sintió con fuerza sobre todo en los edificios, donde el sábado se podían escuchar gritos de pánico, por la caída de objetos y el derrumbe de paredes. Cientos de personas optaron por pasar la noche con familiares y amigos. Muchos se trasladaron a los valles por seguridad. De vuelta, pudieron contemplar los efectos materiales del terremoto, aunque resultan insignificantes de cara a la tragedia de Manabí y Esmeraldas, dos de las provincias costeras más castigadas por la naturaleza.
Cifra oficial de fallecidos sube a 233. Barrio Tarqui de Manta muy afectado. Pedernales destruido. Vicepresidente se dirige a Portoviejo…
— Rafael Correa (@MashiRafael) April 17, 2016
El drama humano en Pedernales, Cojimíes y Muisne es atroz. Hay niños que no encuentran a sus padres, mientras que hombres, mujeres y ancianos buscan a sus familiares. «Necesito encontrar a mi bebé», gritaba una madre con el rostro transido por el dolor. «Diosito nos debe adorar que nos tiene con vida; el terremoto fue tan fuerte y duró tanto que todos creíamos que se acababa nuestras vidas», narraba, entre lágrimas, un anciano a los reporteros que llegaron al lugar. Allí piden agua y comida, mientras muchos han debido identificar a sus seres queridos de entre los cadáveres rescatados. Las autoridades han anticipado que, de no ser identificados, serán enterrados en fosas comunes, debido al clima cálido. En varios lugares cercanos se han improvisado albergues, pero hasta ayer no había todo lo necesario. Diversas entidades y personas particulares han llamado a la población para que entregue vituallas y víveres.
Desde Venezuela, Colombia y México han llegado contingentes con ayuda. Envían profesionales para rescatar a las víctimas de entre los escombros, así como alimentos. El presidente Rafael Correa, quien tenía previsto llegar anoche al sitio del desastre, anunció que destinará 300 millones de dólares para la emergencia y que también organismos internacionales harán importantes desembolsos para afrontar la crisis.
Miles de ecuatorianos pasaron la noche del sábado al domingo en vela, atentos a las réplicas que, de hecho, se produjeron, en varias ocasiones. Incluso una de ellas de magnitud 6 en la escala de Richter, cerca de las dos de madrugada del domingo. Las redes sociales daban cuenta de edificios derruidos, puentes colapsados y una población en estado de pánico, y sirvieron para que el país entero pudiera compartir el dolor, el miedo y la impotencia ante el fenómeno natural.