Atrás quedaron los días de bonanza petrolera para imponer la llamada “revolución bolivariana”, una mezcla de los subsidios indiscriminados, control de precios y de cambio, programas sociales, expropiaciones y corrupción. El colapso del precio del petróleo ha puesto de manifiesto la revolución como “una estafa monumental”
Así describe The Economist el panorama político y económico que rodea a Venezuela, sumida en una profunda crisis con una economía productiva deprimida.
De acuerdo con el texto titulado The endgame in Venezuela, aunque todos los países productores de petróleo están sufriendo, Venezuela no se preparó para los precios bajos.
El Gobierno se ha quedado sin liquidez y las reservas internacionales han caído USD 1,5 mil millones, según José Manuel Puente, economista del Iesa, una escuela de negocios en Caracas.
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Esto explica la miseria para todos, menos un puñado de funcionarios privilegiados. Los salarios reales cayeron en un 35% el año pasado, calcula Asdrúbal Oliveros, economista. De acuerdo con una encuesta realizada por un grupo de universidades, el 76% de los venezolanos ahora es pobre en comparación con 55% en 1998.
Por otra parte, los farmacéuticos advierten que los suministros de medicamentos se han reducido a un quinto de su nivel normal. Muchas de las pastillas no están disponibles; los pacientes mueren como resultado. Además, conforme crecen las colas en los supermercados, la escasez empeora y, como si fuera poco, el crimen violento está fuera de control.
El creciente descontento generó la victoria de la oposición en las parlamentarias de diciembre, pero el estancamiento ha seguido. Hugo Chávez volvió a las instituciones del Estado, incluidos el Tribunal Supremo y la autoridad electoral, en apéndices de la presidencia.
Hasta el momento, Nicolás Maduro, su sucesor, no muestra signos de un cambio de rumbo.
Henry Ramos Allup, el presidente de la Asamblea Nacional, ha dado al jefe de Estado seis meses para resolver la crisis económica o se optará por mecanismos constitucionales para removerlo del cargo.
El estancamiento es fuerte: enfrentamientos violentos en las colas para acceder a los alimentos y saqueos localizados están a la orden del día.
La mayor parte de la oposición y algunos chavistas creen que una transición negociada es la única forma de evitar un derramamiento de sangre. Los contornos de ese acuerdo son claros. El régimen concedería una amnistía para los presos políticos y estaría de acuerdo con restablecer la independencia del poder judicial, la autoridad electoral y otras potencias. A cambio, la oposición apoyaría esenciales, pero sin duda impopulares medidas para estabilizar la economía.