Nicolás Maduro prendió la mecha haciendo un llamado a la rebelión. En efecto, lo que se ha vivido en solo dos días de esta semana, en Caracas y algunas ciudades del interior, es la rebelión de un pueblo indignado con un régimen incapaz de implementar planes de contingencia ante las grandes calamidades públicas, que cayeron de un solo golpe como producto de años y años de improvisación, falta de inversión y mantenimiento. Lo que más indigna es que no haya sido por falta de recursos, pues la renta petrolera dio tanto que Don Regalón –Hugo Chávez– se dio el lujo de repartir combustible en el corazón del imperio “mesmo”, como hizo en los barrios neoyorquinos de Harlem.
El petróleo sirvió para financiar una entelequia llamada socialismo del siglo XXI, exportarla por América Latina y sembrarla en España con Podemos (un pase de facturapor la humillación del “¿Por qué no te callas?” sufrida por el galáctico). No les bastó el despilfarro y la corrupción, causantes de tanta miseria y destrucción, ahora nos meten la mano en los bolsillos con el aumento de la gasolina para sacar más recursos, medio llenar las saqueadas arcas públicas, continuar con la rapiña y seguir mandando gasolina gratis a Cuba. Una bofetada a cada uno de los venezolanos que sufren la escasez y la inflación, tan alta, que una latica de atún cuesta más que un día de trabajo.
Enfriar al país
Siguen los embustes con el fenómeno El Niño y el Guri, que sirven de excusas para justificar la falta de energía termoeléctrica. Claro que la sequía impacta fuertemente, pero la demanda es de 137.000 megavatios hora y Guri solo produce 37.000, los otros 100.000 tienen que ser generados por los termoeléctricos ¡que no tenemos!, ¿por qué?, por los funcionarios corruptos que se aprovecharon de la crisis eléctrica haciendo negocios con los “bolichicos” de Derwick Associates. Por eso, el lunes se desconectaron en Caracas las subestaciones eléctricas ubicadas en Tarzilandia y El Rosal, que mantuvieron sin luz 80% del municipio Chacao y seguirán desconectándose muchas más subestaciones en la capital.
Venezuela tiene bastante tiempo con la oscurana, si el año es muy seco y se apaga Guri, será muy crítico, medio país estará sin luz y habrá grandes racionamientos en ciertos sectores. El gobierno tomará medidas muchas más drásticas para sobrevivir y pasar la penumbra, aunque sea hasta el invierno cuando lleguen las lluvias. Estudian enfriar el país para bajar el consumo –en muchas estados ya son habituales los cortes prolongados de energía eléctrica–, aplicarán horarios escalonados, decretarán días libres entre semana. Lo intentarán todo con tal de que no se apague Caracas; desde el punto de vista estratégico y por razones de seguridad la situación sería inmanejable, con un impacto político muy fuerte, que no es otro que la salida.
La caída
El país arde por los cuatro costados, brotan manifestaciones y protestas por falta de agua, luz, alimentos, medicamentos. Hay saqueos e intentos de saqueo. Toman las vías públicas, desde Petare hasta Upata, desde Catia La Mar a San Juan de Los Morros. El lunes Caracas fue un caos, los residentes de La Urbina, Terrazas del Ávila y El Marqués no pudieron conciliar el sueño por la plomazón, las detonaciones de bombas lacrimógenas, perdigonazos, sirenas, cacerolazos y gritos que se escuchaban en los alrededores de Makro, La Urbina. En Altamira quemaron un vehículo frente al Banco del Libro. Se reportaron decenas de arrestos, la represión tiene un costo político muy alto. Estamos en el preámbulo de la caída. La improvisación y el caos es la impronta final en la deriva paroxística del régimen.