¡YA NI SIQUIERA PRODUCIMOS NUESTROS PROPIOS BILLETES! Acorralada por la inflación, Venezuela importa toneladas de billetes

En los últimos meses, millones de kilos de provisiones llegaron en tres docenas de Boeing 747 desde diversos países para dar alivio a la paralizada economía venezolana. Sin embargo, no eran alimentos ni medicamentos, sino otra cosa que a menudo escasea aquí: billetes de la moneda de Venezuela, el bolívar.

Esos cargamentos fueron parte de una importación masiva de al menos 5.000 millones de billetes autorizada por el gobierno del presidente Nicolás Maduro en el segundo semestre de 2015, con la que intenta apuntalar la oferta de una moneda que vale cada día menos, según siete personas al tanto.

Esto no es todo. En diciembre, el Banco Central de Venezuela inició negociaciones secretas para encargar otros 10.000 millones de billetes, dijeron cinco de estas personas, lo cual duplicaría la cantidad de efectivo en circulación. El número es muy superior a los 8.000 millones de billetes que la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo imprimen respectivamente cada año, con la diferencia de que dólares y euros se utilizan en todo el mundo.

Cuatro voceros del banco central no respondieron a llamadas y correos electrónicos solicitando comentarios.

Los economistas advierten que estas importaciones podrían agravar la crisis económica de Venezuela. La inyección de grandes cantidades de billetes podría atizar la inflación, que el Fondo Monetario Internacional estima alcanzará 720% este año, la tasa más alta del mundo. Los datos del banco central muestran que en 2015 Venezuela más que duplicó su masa monetaria, una medida utilizada para medir el dinero en circulación en la economía, incluyendo depósitos bancarios.

La impresión de más bolívares debilita aún más la moneda. Esta semana, en el mercado negro cruzó por primera vez el umbral psicológicamente importante de 1.000 unidades por dólar. El país tiene varios tipos de cambio, incluyendo uno de 6,3 bolívares por dólar.

Los 30 millones de habitantes de Venezuela parecen no poder obtener efectivo lo suficientemente rápido, dice Steve H. Hanke, un experto en monedas en problemas de la Universidad de Johns Hopkins. “La gente quiere efectivo porque quiere deshacerse de él tan rápido como sea posible”.

Aunque ha aumentado el uso de tarjetas de crédito y transferencias bancarias, los venezolanos deben llevar fajos de billetes debido a que muchos comerciantes tratan de evitar las tarifas por las transacciones. Una cena en un buen restaurante puede costar un fajo de billetes del tamaño de un ladrillo. Una arepa con queso se vende a casi 1.000 bolívares, o 10 billetes de 100 bolívares, la denominación más alta, cada uno de los cuales vale menos de 10 centavos de dólar.

Según los economistas, los rígidos controles de precios sólo han empeorado la situación y han generado un floreciente mercado negro para casi cualquier producto, desde neumáticos de autos a pañales de bebé, en el que el efectivo es la forma preferida de pago.

La inundación de dinero ha llevado a algunos sectores de la economía, como el inmobiliario y el automotor, a fijar sus precios en dólares, aunque lo hacen a escondidas debido a que es ilegal realizar transacciones en dólares. Incluso los secuestradores exigen rescates en dólares, dicen expertos en seguridad.

Una fotocopia en color de un billete de 100 bolívares cuesta más que el billete. En una imagen que se difundió en los medios sociales, un comensal aparece sosteniendo una grasosa empanada con un billete de 2 bolívares, que es más barato que una servilleta.

Algunos cajeros automáticos limitaron los retiros a alrededor de 6.000 bolívares por día, menos de US$6 en el mercado no oficial. Incluso entonces, las máquinas funcionan a menudo con poco efectivo. Y en una señal de la rapidez con la que los bolívares recién impresos circulan en la economía, los números de serie de los billetes nuevos dispensados por los cajeros automáticos están a menudo en orden secuencial.

Lo que está claro es que hay poco respeto por el asediado bolívar, no importa la forma que adopte.

Mario, un poblador de un barrio pobre de 46 años, caminaba hace poco con un megáfono por las calles de un barrio rico de Caracas, pidiéndoles a los residentes que le vendieran sus monedas, que luego guardaba en un enfriador agua con ruedas. Su idea era fundirlas.

“Puedes hacer un anillo arrechísimo con eso”, explicó Mario, que no quiso dar su apellido, pero dijo que prefiere que lo llamen por su apodo: “Moneda”.

WSJ
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