Hace un siglo nació en San Felipe, estado Yaracuy, Rafael Antonio Caldera Rodríguez, abogado, sociólogo, escritor, docente universitario, parlamentario, académico, fundador de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y del Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), así como del partido Convergencia. En seis procesos electorales fue candidato presidencial y dos veces Presidente de Venezuela.
Sus padres fueron Tomás Rafael Caldera Izaguirre y Rosa Sofía Rodríguez Rivero. De este matrimonio nacieron Rosa Elena, mayor que Rafael, y Lola, menor. A los dos años de su nacimiento, murió su progenitora a causa de un cáncer.
Rafael Caldera, a los cuatro años, quedó a cargo de su tía María Eva y su esposo Tomás Liscano, a quien tuvieron como su hijo porque no pudieron lograr descendencia.
“Con razón podía decir que tuvo dos madres y dos padres, y sus hijos le oímos hablar con profunda veneración y afecto de ellos”, refiere Juan José Caldera, ex parlamentario y ex gobernador del Yaracuy, en su libro Mi testimonio.
Casó con Alicia Pietri, de cuya unión nacieron Mireya Alicia, Rafael Tomás, Juan José, Alicia Elena, Cecilia Antonia y Andrés Antonio.
Caldera construyó la vivienda de su familia en Sábana Grande, Caracas, y le puso por nombre Punto Fijo en recuerdo de un paraje que hay en la vieja carretera San Felipe-Nirgua. Después de 25 años se mudó a su casa Tinajeros. En aquella fue donde se firmó el acuerdo político entre Rómulo Betancourt (Acción Democrática), Jóvito Villalba (Unión Republicana Democrática) y el fundador de Copei para establecer un sistema democrático, que hoy es objeto de todo tipo de descalificaciones por el oficialismo porque se trata de hacer ver que el “puntofijismo” fue una rémora política.
A los 17 años, en diciembre de 1933, fue seleccionado junto con otros dos jóvenes de Acción Católica para asistir a un congreso en Roma. “En esa reunión se nos abrió un horizonte muy importante porque nos encontramos con líderes de los movimientos estudiantiles católicos en el resto del continente”, recordaba al hablar de sus experiencias.
Se integró a la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) y el 8 de mayo de 1936 fundó la UNE. “Ese fue el principio de la Organización Demócrata Cristiana en Venezuela”, aseveró Caldera. Desde ese año hasta 1945 la UNE publicó su periódico.
A los veinte años comenzó a escribir sobre la necesidad de una legislación laboral. Fue nombrado subdirector de la Oficina Nacional del Trabajo y puso todo su empeño en buscar la forma de lograr la promulgación de la Ley del Trabajo. Al efecto planteó: El trabajador ha venido a ser menos que un instrumento al servicio de la producción. Mejor que al peón se ha tratado muchas veces a una hermosa vaca lechera; mejor que al obrero de una fábrica se ha cuidado a las máquinas. Hay que reconocer al que trabaja mayores derechos cada día como requisito de la armonía social”.
Comenzó su actividad parlamentaria como representante de Yaracuy el día que cumplía 25 años en unas elecciones en las que solamente votaban los concejales. El primer debate en que participó fue por el Tratado de Límites con Colombia.
Su carrera como docente universitario la comenzó en 1942 cuando aceptó la cátedra de sociología en la UCV, siendo diputado. Se interesó por la obra de Andrés Bello y fue considerado como el primer bellista del país.
En estos días en que el Ejecutivo nacional impide que los ministros del área económica comparezcan a la Asamblea Nacional porque las interpelaciones serán televisadas, conviene señalar que Caldera, en 1947, planteó que los debates de la asamblea general de la Constituyente fueran transmitidas por radio para que todo el mundo se enterara.
Igualmente, fue quien promovió que en la Constitución se le dieran mayores poderes al Congreso para interpelar a los ministros y hasta darles un voto de censura a los mismos.
En sus dos mandatos siempre tuvo minoría en el Congreso y el precio del petróleo era muy bajo al punto que en diciembre del 98, cuando ganó las elecciones Chávez apenas era de ocho dólares el barril. Ya para entonces había implantado la política de la apertura petrolera porque se había fijado la meta de producir más de tres millones de barriles diarios.
En su primera presidencia (1963-1974) recibió un país convulsionado, donde la guerrilla urbana y rural mantenía un clima de zozobra y violencia. Legalizó los partidos que estaban ilegalizados, dio libertad a políticos encarcelados y puso en práctica el diálogo con los que habían sido comandantes de la lucha armada para hacer posible la pacificación. Nunca suspendió las garantías constitucionales ni acuarteló a los militares. Comenzó la era de la presencia del jefe de Gobierno venezolano en la televisión con un programa semanal, en el que respondía a preguntas de los periodistas. Ni se pensaba que alguna vez se desatarían las diarreas de cadenas presidenciales sin tiempo determinado.
Y en la segunda (1994-1999) indultó a los militares que se habían alzado el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, beneficiando de esta forma a Hugo Chávez, Grüber Odremán y Arias Cárdenas, quien por cierto formó parte del Gobierno. Algunos sectores lo responsabilizan de la situación que estamos viviendo por haberle dado libertad a Chávez, quien le habría faltado el respeto al momento de tomar el juramento para el cargo cuando dijo hacerlo en su presencia ante lo que llamó una “Constitución moribunda”, que precisamente había suscrito Caldera.
Jamás se pensó en aquellos momentos que la población, en el futuro, pasara horas de sufrimiento y ansiedad, haciendo largas colas para adquirir uno que otro producto para alimentarse, precisamente cuando la producción nacional, distribución y la mayor parte de la venta de alimentos se encuentra bajo el control del Estado . Pero, ya el 4 de febrero del 92, a raíz de la intentona de Chávez y sus camaradas había pronunciado su célebre discurso en el Congreso, donde advirtió y fue intensamente aplaudido por el frenético diputado Aristóbulo Istúriz, el hoy vicepresidente de Venezuela: “A un pueblo no se le puede pedir sacrificios mientras pasa hambre”.